jueves, 2 de febrero de 2017

Vida Religiosa Contemplativa en la Actualidad de la Iglesia

             

                   El Consagrado en la Vida de la Iglesia, es la médula espinal del cuerpo, el sostén espiritual más profundo de los cimientos. Por la oración de estos pocos, el mundo queda sostenido gradualmente, pues esta oración contante abre el cielo para dar paso a las Gracias y las Misericordias de Dios sobre el mundo entero. Es la Vida de perfección que une de manera más estrecha al Misterio inabarcable de Cristo Crucificado, de Cristo maniatado en la Columna y de Cristo descansando en el Sepulcro. Una vida constante de negación propia por el Reino de Dios, no solo como espera dulce y paciente del Cielo, sino buscando hacerlo participe en la vida del mundo contemporáneo, como fermento suave, dulce y silencioso que ha de brotar hasta convertirse en un arbusto firme y frondoso.

            La Vida Religiosa en su esencia misma, es mal interpretada como una vida de sufrimiento, de renuncia tal vez innecesaria para muchos cuyos pensamientos somos envueltos en las corrientes seculares del mundo, a quienes es triste y necesario decir, nos puede llegar a faltar amor por Dios y por nuestros hermanos, pues cuando se ama, se entiende en su totalidad esta heroica entrega de tantas almas que desde los Claustros de sus Monasterios, edifican al mundo en el Amor del Corazón de Jesús, y que se convierten en esas palomas bellísimas que buscan su nido en lo más dulce del Amado, compartiendo de él, sus dolores y sus angustias, para ser bálsamos de consuelo y alivio, pero también de una manera más perfecta, de sus alegrías al contemplar como por esta vida sacrificada y amorosa se salvan tantas almas.

Ustedes, que se han consagrado, viven el misterio de la Cruz de una manera ardiente y propia, conociendo lo que encierra el sentido “religioso” de atar, y ustedes permanecen atadas, atados, junto con Cristo en el Calvario, de tal manera que pueda también Él, continuar su Obra Redentora en el mundo por medio de ustedes, que se han atado como él, libre y voluntariamente a la Voluntad del Eterno Padre. Cristo Crucificado es un Misterio inabarcable desde la realidad y la pequeñez del pensamiento humano por sí solo, apartado del amor, de la conversión y de la entrega. Pero cuando contemplamos a Cristo llagado en nuestra propia miseria, también nos damos cuenta que ese mismo Cristo llagado, viene a sanar cada una de las heridas que cargamos de nuestras vidas, y nos hace participes, como dice el Evangelio, de ir y hacer lo mismo con nuestros hermanos. Nos crucificamos con Cristo, para ser fuentes inagotables de la Salvación de Cristo, para por medio de nuestras llagas, también sean conductos de fe, de esperanza y de caridad para atraer a todos hacia la Fuente Purísima de Gracia que sacia la sed de las naciones tan deshidratas de amor, de consuelo y de esperanza.

            Reflejo de Cristo maniatado en el Pretorio, porque de un modo místico siempre real y actual, la Vida Consagrada participa de la persecución misma de Su Señor, permitiendo la purificación cada vez más constante de su esencia, porque al contemplar al Crucificado, al traspasado, al que ha sido maniatado y hecho oprobio, podemos contemplar también como nosotros mismos sufrimos esa realidad, y quizá, en nuestra vida terrena y mundana, hemos sido participes de acrecentar ese dolor en nuestros hermanos, quizá de una manera negligente y hasta cierto modo inocente de nuestro proceder por ignorancia o sin darnos cuenta de ello, pero ahora, es una venda que se ha descubierto de nuestros ojos, para contemplar abiertamente las realidades nada ajenas de nuestra vida, que aun desde los Claustros, están llamados a rebatir y a trabajar porque esta situación del mundo termine, y sea extirpado de él, todo síntoma de injusticias, de inmoralidades y de falta de identidades propias que corresponden a quienes han sido ya rescatados de sus males. La Vida Consagrada permanece maniatada en los Claustros, no porque no puedan o tengan la libertad de salir, sino porque en su renuncia voluntaria, han decidido edificar al mundo de manera más perfecta que los que permanecen inmersos en él. Su pretorio es la Capilla, lugar Santo donde día a día se encuentran con Cristo, y su columna el reclinatorio donde permanecen en constante y amorosa oración para sostener al mundo entero, su flagelo, todo lo que abarca su vida comunitaria, el esfuerzo de su trabajo, el esfuerzo de amar y servir a sus Hermanas y Hermanos dentro de la casa y el servir con la palabra y la oración a quienes se acercan con confianza a ustedes, nosotros, los fieles que necesitamos ese sostén y esa oración.

            Permanecer en el Sepulcro junto con Cristo, es permanecer oculto al mundo, aun sabiendo que tal vez afuera podremos hacer aún más, pero para este estado de vida, esa es una tentación fortísima con la que muchas veces las almas consagradas tienen que luchar. Permanecer en el Sepulcro con Cristo, no es otra cosa que permanecer escondidos muy adentro de su Santísimo y Amante Corazón, teniendo en él nuestra mejor morada, que opaca infinitamente la morada terrena que puede ser el Monasterio o la Casa donde se viva. Permanecer siempre encerradas, encerrados con el amado, y aun cuando nuestras ocupaciones o nuestro descanso nos impidan permanecer en el reclinatorio, acompañando a nuestro Señor en el Santísimo Sacramento, que nuestro corazón permanezca encerrado en el Sagrario junto con Él, para que en cada latido, sea una alabanza perfecta y la mejor compañía que podamos darle cada momento. Ese es el Sepulcro agradable al Señor, que pongamos en Él, nuestras moradas, y que nuestro corazón también sea un sepulcro a todo aquello que nos aparta de Cristo, y donde por amor, tengamos aprisionado al Señor, donde a cada momento él sea quien resucite en nosotros para llenarnos de la Gloria de ser hijos, hijas amadas, amados del Padre por mediación de la Acción del Espíritu Santo en nosotros por medio de Cristo, el Señor.
          
  La Vida Consagrada participa de manera perfecta de la Vida de Jesús, en lo humano y lo Divino, más sin embargo, participa de manera más perfecta de la Pasión del Señor, mediante su muerte y su renuncia al mundo, a sus placeres propios y a sus comodidades humanas. De tal manera que pocos se atreven a decir “sí” a este plan tan hermoso de Salvación y de amor profundo inabarcable para la razón humana, donde queremos verlo egoístamente hacia mi conveniencia y mi propio interés personal. Pues se necesita una Obediencia heroica para cumplir este paso tan trascendental en la vida cristiana. Siendo modelo, no solo de Cristo, que es el modelo perfecto de toda consagración, pues la Vida Religiosa es Cristo céntrica, pero también de matiz mariana, pues como María Santísima, permanecemos siempre como Siervos y Siervas de Señor, atentos a su Palabra, presurosos y presurosas a Servirle, contemplativas, contemplativos en su Presencia, y amorosamente acompañándolo a los pies de la Cruz, enjugando, convirtiendo nuestras propias lágrimas, en bálsamo de consuelo para sus llagas y dolores. Si el Perfume de la Magdalena fue agradable al Señor, con cuanto más agrado atendió el Señor el perfume purísimo de las lágrimas de su Santísima Madre, y de ustedes que han sido llamados, llamadas y participar y ser ese mismo bálsamo precioso por su oración y Sacrificio. Si decimos que nuestra Consagración es permanecer muy en lo profundo del Corazón de Jesús, también es cierto que debemos de pasar por el Purísimo Corazón de María para poder encontrar en Jesús nuestra morada perfecta, pues María nos modela para que podamos ingresar sin problemas al nido eterno de donde encontraremos todo el bien y toda la felicidad que el mundo no puede darnos.

            Que no se pierda nuestra mirada en Cristo, esa es exigencia siempre presente y siempre necesaria de la Vida Consagrada, caminar detrás de Cristo que asciende hacia el Calvario para cumplir la Voluntad de Dios, los Votos Evangélicos no tienen ningún sentido si los alejamos de esto. Pues  ellos, son un “accesorio” que nos invitan a encarnar al Cristo del Evangelio, al Cristo sometido a la Voluntad del Padre, al Cristo que viene a salvarnos. Aun siendo de vivencia obligatoria, cuando les amamos, toda obligación pasa a segundo plano y entendemos la verdadera razón de vivirlos, de explotar al máximo lo que implica vivirlos. De la misma manera se aplica a quienes somos consagrados ya desde el bautismo, que también somos atados junto con Cristo, y que debemos, aún en el mundo, buscar hacer de nuestro corazón, un claustro agradable que sea de verdadero encuentro con el Señor, no solo por momentos breves de oración, sino a cada instante, a cada momento, en las periferias donde nos encontramos y nos desenvolvemos. Donde nuestro corazón, sea el Sagrario más perfecto donde desde ahí, Cristo ilumine y conforte a quienes se han alejado de él, que sea por nuestro medio, que pueda llegar a tantos corazones que le buscan y que tocan puertas falsas, que en lugar de acercarles, les alejan de su Presencia, de su Amor y de su Misericordia.

            Y a nosotros como fieles laicos comprometidos, también nos corresponde no criticar, ni mucho menos tratar de entender la Vocación Religiosa, aunque loable es que asá sea, entenderla desde el amor a Dios, sino también ser partícipes de esa misma consagración a los demás, gastarnos las rodillas para que el Espíritu Santo suscite cada vez más Vocaciones a la Vida Consagrada, hombres y mujeres capaces de responder a este plan de salvación abierto a todos los hombre, de orar por esos padres que al ver esta realidad en sus hijos, se cierran tendenciosamente a soltarlos por respetos y egoístas intereses humanos. Para que sean abiertos al plan de Dios, pero también por esos muchachos y muchachas que sintiendo el llamado en sus almas, son presas del miedo y de sus intereses personales, que ponen como un obstáculo para responder generosamente. Y preguntarnos también nosotros mismos… ¿Señor… me llamas a ser ese reflejo de amor desde la Consagración total de mi vida? ¿Puedo yo… consagrarme a Dios? Y ser capaces también de responder: “Señor, aquí estoy, vengo para cumplir tú Voluntad… ¿Qué quieres que yo haga?”.
          

            “Señor Jesús, que llamas a quienes quieres para trabajar por Ti y trabajar contigo, aumenta en nuestros corazones el deseo de encontrarte y el deseo de poder caminar hacia adelante sin miramientos ni miedos. Atentos para escuchar tus palabras de Vida Eterna y valerosos para levantarnos del confort en que vivimos y caminar hacia el encuentro de tu voluntad con fidelidad para cumplirla. Nos llamas a ser reflejos de tu acción en el mundo, a ser tus pies para llegar a los hermanos, para ser tus manos para sostener y levantar a los que han caído, para ser tus labios a quienes necesitan una palabra de consuelo, tus oídos para escuchar a quien necesita sanar sus corazones heridos por sus realidades y miserias humanas, pero muy especialmente para ser Tú Corazón, amando a todos los hermanos, para abrazar a quienes necesitan el consuelo y el amor que sólo Tú puedes dar.

            Envía, Señor, operarios fieles y santos a tus campos, hombre y mujeres que dejándolo todo, quieran servirte con entereza y amor, negándose a sí mismos por amor a ti y a tu Obra de Salvación. Envía no solo abundantes Vocaciones, sino Vocaciones Santas, consagradas y comprometidas con el Reino de los Cielos, capaces de dar aún su propia vida por causa de la Cruz que nos compartes para la Salvación.

            Y sí descubrimos que nos llamas a nosotros mismos para completar tu Obra de Redención, danos tu Espíritu Santo, para responder con valentía a los esfuerzos que nos implica caminar detrás de ti con nuestra cruz de cada día.  Y vivir siempre fieles a tu Voluntad y a tus inspiraciones.

            Te lo suplicamos por la intercesión del Inmaculado Corazón de María, Reina y Madre de los Consagrados, que a ejemplo suyo, sepamos permanecer fieles, firmes y constantes en oración, guardando como lo hizo Ella, todo cuanto recibamos de ti, en nuestros corazones, para meditarlo constantemente y llevarlo a la vivencia de las Buenas Obras para Salvación de los hombre y consuelo de Tu Sacratísimo Corazón. Amén”.



Mauricio Parra Solís
Esclavo del Inmaculado Corazón de María



            Mexicali, B. C., 02 de Febrero de 2017. Fiesta de la Purificación de María, Día de la Vida Consagrada. Año Jubilar por el Centenario de las Apariciones de Nuestra Señora en Fátima.

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