“Errar es humano…
perseverar en el error es diabólico”
San Agustín de
Hipona
Estimada Señora Lucía Caram:
Triste es su actitud hacia el
Magisterio de la Iglesia a la que usted dice pertenecer. Negando abiertamente
las Verdades que desde siempre la Iglesia y la misma Palabra de Dios nos ha
enseñado. Y más triste es aún, comprobar su inmensa soberbia en todo lo que ha
proferido, sin siquiera mostrar humildad y penitencia en su actuar.
Yo, como laico comprometido quisiera
preguntarle: ¿Es usted acaso más autoridad que el Santo Padre y los Sagrados
Concilios? ¿Es usted acaso doctora de la Iglesia? ¿Con que autoridad se atreve
a replantear cuestiones que no le corresponden?
Desafía abiertamente todo lo
sagrado, y cada vez se aparta más de la Fe de la Iglesia, deshonrando
abiertamente el Hábito que usa de la Orden de Santo Domingo de Guzmán, quién
profeso inmenso amor a la Madre de Dios, Siempre Virgen, antes, durante y después
del parto, por cuyos méritos de Nuestro Señor fue preservada con singular
regalo.
Triste es que su actitud y su falta
de fe no es iluminada sino por Satanás, quien es enemigo de la Madre de Dios
desde el comienzo. No solo al ofenderle, sino al confundir la Fe de tantos
hermanos en la Fe. Y que viene arrastrando sin penitencia alguna, y más sabido
también, su demoniaca postura ante el Aborto, que tristemente apoya al decir
que ni la Iglesia ni siquiera Dios mismo tiene autoridad para meterse…. ¿es
usted Dios acaso? ¿Usted dio a Moisés las tablas de la Ley para cambiarla como
su antojo imagina? Bien conoce usted lo que marca el Derecho Canónico sobre la
postura del Aborto y de negar los Dogmas Divinamente Revelados y marcados por
la Autoridad de la Iglesia como obligación de creer, sino la EXCOMUNIÓN
AUTOMATICA, puesto que usted ya no es miembro de la Iglesia.
Y si no le nombre como nombre
religioso de “Sor” es porque realmente le ha quedado grande la Consagración que
muestra al portar el Santo Hábito de la Orden de Predicadores.
Manifiesta abiertamente en su cuenta
de twitter: “La Iglesia preocupada en virginidades mientras los niños se mueren
de hambre”… es cierto su argumento en algún modo… y quisiera preguntarle: ¿Qué hace
usted para remediar eso? ¿Por qué mejor no deja el Santo Hábito y se dedica a
la asistencia social? Cierto es que haría menos daño desde ese punto de vista que con
sus declaraciones Heréticas y que nada tiene que ver con los Votos que ha
Profesado y que supuestamente dice vivir en el “claustro del mundo”, cuando su
Consagración como Religiosa exige permanecer en el Monasterio. Y quizá suenen
fuertes mis palabras, más sin embargo son tan insignificantes que muchas otras
que le han proferido y que usted bien conoce y tanto se queja, cuando usted
misma ha sido la causante de tanta afrenta por insultar a nuestros Padres María
Santísima y a Nuestro Señor San José.
Sepa usted, que aun pese a tanto
daño que usted ha causado, tiene lugar en mis oraciones, para que realmente la
ilumine el Espíritu Santo, y encuentre redención su pensamiento, y sea
expulsado el demonio que abiertamente le ilumina en tanta declaración desviada
como profiere. Para que encuentre segura penitencia y vuelva la mirada a la Fe
de la Iglesia y a lo que marca la Santa Regla de los Predicadores. Aun está a
tiempo de enmendarse, y corregirse, antes que el Señor tome rigurosa cuenta de
tanto mal que ha hecho, y cierto es que no soy nadie para juzgarla, más sin
embargo, también por caridad hemos de hablar y corregir el error.
Un útil consejo que le puedo dar y
que Santo Domingo de Guzmán y del Glorioso Doctor de la Iglesia, Dominico
también, Santo Tomás de Aquino, es que lea lo que el Magisterio nos enseña, la
Suma Teológica, el Catecismo de la Iglesia Católica, que son verdaderas
autoridades a la hora de hablar de la Iglesia, teniendo en vuestra Orden tantos
ejemplos que usted ha hecho a un lado.
Sinceramente.
Mauricio Parra Solís
Esclavo del Inmaculado Corazón de María
Mexicali, B.C., México. 03 de
Febrero de 2017. Memoria Litúrgica de San Blas, Obispo y Mártir. Año Jubilar
del Centenario de las Apariciones de la Madre de Dios en Fátima.
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