lunes, 30 de enero de 2017

La Virginidad de la Santísima Virgen


“Sábete y ten entendido Hijo mío, el más pequeño, 
Que Yo Soy la Perfecta Siempre Virgen Santa María, 
Madre del Verdadero Dios por quien se vive” 
(Palabras de la Virgen a San Juan Diego) 

           San Ignacio de Antioquía, en los comienzos del siglo II afirmaba: “Estáis firmemente convencidos acerca de que Nuestro Señor es verdaderamente de la raza de David según la carne (Rm 1, 3), Hijo de Dios según la voluntad y el poder de Dios (Jn 1, 13), Nacido verdaderamente de una Virgen… (Smyrn. 1-2). 

                 Los relatos Evangélicos (Mt 1, 18-25; Lc 1, 26-38) presentan la concepción virginal como una obra Divina que sobrepasa toda comprensión y toda posibilidad humanas (Lc 1, 34): “Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo”, dice el ángel a José, la Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa Divina hecha por el Profeta Isaías: “He aquí que la VIRGEN concebirá y dará a luz un Hijo” (Is 7, 14). 

              La Iglesia siempre ha creído y venerado a María como la Madre de Dios, mas no de la Divinidad de Dios, que son cosas completamente diferentes, es Madre de Dios en cuanto al Hijo, segunda Persona de la Santísima Trinidad, por ser Madre carnal, la Divinidad es el atributo de Dios solamente, que permanece en Jesús desde siempre, y no la pierde en sus prerrogativas de condición humana, por eso rezamos “verdadero Dios y verdadero Hombre”. Y María Santísima, por los méritos de Jesucristo, ha sido exenta del Pecado Original y se ha mantenido Siempre Virgen, antes, durante y después del parto, aun teniendo por esposo a San José, quien del mismo modo ofreció su Pureza Virginal a Dios. María, al ser mujer de la Tribu de Israel, tuvo que pasar por los rituales que mandaba la Ley de Moisés, pues en Ella también se cumple aquella frase de Jesús al Bautista: “Hay que cumplir cuanto está escrito”.


                  Afirmar que la Virginidad de María es solo un relato mitopoético, como una metáfora para hacer resaltar la teología de la Fe, es algo totalmente alejado de la Verdad de la Iglesia. El Magisterio de la Iglesia con su Autoridad ha enseñado desde siempre lo contrario. Puesto que es una Gracia excepcional que Dios concede para misiones especiales, y María, es modelo de la Virginidad para las Consagradas y Consagrados. “Pero no todos comprenden esto, solo aquellos que lo viven” (P. Moisés Olmos). 

                 María es la Puerta, y por esa puerta entra la Vida que prepara el comienzo de una vida nueva por el Espíritu, Ella, permanece Virgen en el momento de la Anunciación, pues su respuesta a Gabriel ha sido: “¿Cómo será esto, puesto que no he conocido a varón alguno?” (Lc 1, 34), a pesar de estar desposada con José, la Tradición Judía marcaba que no inmediatamente de que los padres arreglaran el casamiento se podían juntar, ni siquiera era la práctica de verse sino hasta el día de la boda, y María, nos enseña San Bernardo, desde pequeña que fue depositada por Joaquín y Ana en el Templo María, por razón divina, era ya consagrada a Dios, a lo cual, en el uso de la Razón, María misma consagra su Pureza de Alma y Cuerpo al Señor. 

               Afirmar que la virginidad de María es un cuento mitológico de los Catecismos de antaño, y por tanto una verdadera Herejía. Esto es ceguera espiritual. María Santísima, consciente de su consagración a Dios y de su Voto Virginal, no dejaba de meditar sobre la Voluntad de Dios, del mismo modo enseña la Tradición de la Iglesia, que José habiendo hecho lo mismo de Consagrarse 2 a Dios, tenía la misma disposición de mantener su Voto de Virginidad para con Dios. Y el Señor, en su perfección, conocía los corazones de ambos, y también de su deseo de permaneces fieles a Él, por lo que unió providencialmente sus caminos para cuidar uno del otro aquellos votos de consagración que habían hecho en su Presencia. 

               En el momento de la Anunciación, quién Fecunda el Seno Virginal de la Hija de Sión es el Espíritu Santo, no existe intervención humana en la Concepción del Verbo Divino, como pueden llegar a afirmar Pseudo teólogos, al decir que el hecho de la Encarnación del Verbo fue una concepción como cualquier otra, auxiliada María por la persona de José en el pleno acto de amor sexual, siendo coparticipes de la creación de Dios desde la carne. Gran y flagante mentira, puesto que ni María, ni José tuvieron relaciones carnales, ni violaron su consagración virginal ofrecida a Dios Padre. Dios mismo sale al encuentro de María que tanto aguardaba la llegada del Mesías. Dios mismo sale al encuentro de José para que no tema recibir a María como su Esposa. 

                La Virginidad de María era ya una práctica común entre los judíos en la comunidad de los esenios de la cual formaban parte José y María. En esa comunidad se consagraban vírgenes y castos para el Señor. Y esta comunidad se dedicaba al estudio y meditación de la Palabra de Dios, de ahí que se concluye que realmente María tanto como José eran vírgenes al Servicio de Dios. 
           
                    María es Virgen durante el Parto, San Lucas nos enseña que en el momento de la Anunciación, aun sin ella pedir pruebas, el ángel le enseña a su Prima Isabel que esta encinta, y Ella, María, corre presurosa a auxiliarla, a atenderle en cuanto fuera indispensable, de manera que María se mantiene ocupada velando por el bienestar de su Prima hasta el alumbramiento. También el relato nos hace referencia que María vuelve con José tres meses después cuando ha nacido el Bautista, y en Ella, ya se hace notar la capacidad de embarazo en su seno. María, temerosa, pero consiente de que aquello que se gesta en su interior no es de origen humano, camina hacia el encuentro de José, esté, natural y humanamente entra en la duda, y en ser la burla de la comunidad israelita. Pensando que María le ha sido infiel y ha sido fiel a la promesa con Dios. 

                  Es cuando Dios mismo le conforta y le anima a seguir adelante. El plan de Dios en la unión de vidas, mentes y corazones es perfecto. Y elige a ambos consagrados para la Misión más sublime que puedan esperar y que en ningún momento paso en pensamiento sobre ellos. Mas ellos, siendo fieles a las Promesas dictadas por Dios a Abraham y a los Profetas, no temen en dar paso adelante. Pero el consuelo de Dios a José, corresponde la prueba de que María no ha violado su cuerpo, sino que aquello que se gesta en su vientre es “por obra del Espíritu Santo” que no hay nada que temer. Y José, apresurado, no duda en tomar a María en su casa y velar y cuidar por ella, aun convirtiéndose en la burla de toda la Comunidad, olvida los respetos humanos y sigue adelante confiado de ahora en delante de las manos de Dios. 

                 Durante el Parto, nos enseña el Concilio, el nacimiento de Nuestro Señor no disminuyo la integridad virginal de su Madre, sino que la santifico (LG, 57). Para la tradición judía, el que tanto el hombre, como la mujer entraran en contacto con la sangre, les hacía intrínsecamente impuros y contaminados, y se establecían una serie de ritos para la purificación, que lo marcaba como sigue siendo en el Judaísmo, a los 40 días de haber dado a luz, donde la mujer entraba en el templo en el lugar destinado a las mujeres para proceder a la Purificación Ritual que se establecía, mientras por otro lado, el Padre, José presentaba a Jesús en la parte que correspondía a los hombres, juntamente con el sacrificio que se mandaba en la Ley. Mas era para que se cumpliera todo cuanto contenían las Escrituras, pues María, como José, pertenecían en ese momento al Pueblo de la Antigua Alianza, sellada por Dios desde Abraham y con Moisés. Y como tal, Jesús también debía cumplir con lo que marcaba la Tradición. Mas por el endurecimiento de corazones que por sí 3 mismo. Y de este modo, por los mismos méritos de Cristo, María sigue permaneciendo Virgen intacta, santificándose por el Alumbramiento del Salvador. 

                 Corrientes adversas a la Fe, de igual modo enseñan que María, fue progenitora de más hijos, a esto se objeta que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús (Mc 3, 31-55; 6, 13; 1Co 9, 5; Gal 1, 19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos en carne de la Virgen María, en efecto, Santiago y José, “hermanos de Jesús” (Mt 13, 55) son hijos de una María, discípula de Cristo, en el sentido social del pueblo de Israel, no existía el vocablo para decir primos, para referirse a aquellos parientes cercanos o incluso para dar a notar que todos era parte de la misma comunidad. 

               María, por la Fe de los creyentes, reconocemos que tuvo más hijos, pero no en el sentido humano, sino en el sentido espiritual, en el momento de la Cruz, al hacer referencia en Juan, como hijo y a María como Madre de Juan (Jn 19, 26-27; Ap 12, 17), se resalta la maternidad espiritual de María a los creyentes y al proveer el desamparo en que quedaría María con la muerte de Jesús, puesto que en la tradición judía, la mujer no tenía ni valor ni voto en las decisiones del Pueblo de Israel, por tanto, al quedar viuda la mujer y no haber tenido descendencia, esta era prácticamente despojada de toda seguridad. Y Jesús, al momento de la Agonía, le confía a Su Madre a Juan y de modo místico a todos los creyentes, para que Juan velará por ella, por eso nos afirman los Evangelistas, que Juan a partir de ese momento la lleva a vivir consigo. Jesús es el Hijo Único de María, dio a luz al Hijo, al que Dios constituyó el mayor de muchos hermanos (Rom 8, 29), es decir, de los creyentes, a cuyo nacimiento y educación colabora con amor de Madre (LG, 63). 
             
               A lo largo de los siglos este Dogma tan especial de María ha sido puesto a prueba con numerosas herejías, San Atanasio contra el Obispo Arrio que negaba la maternidad de María, le saludaba como hijo de Satanás, y es que los santos no se andan con rodeos ni medias tintas, llaman a las cosas por su nombre. Y Satanás, padre de la mentira y de la contradicción, usa sus muchas manos para confundir a los fieles, desde adentro de la misma Iglesia, para afirmar falacias inmensas e indignantes para atacar el Depósito de Fe y todos aquellos Dogmas que por Obligación de Fe debemos creer. Todo aquello que contradiga los Dogmas es y viene inspirado del Demonio para confundir la verdadera fe. 

               Enseña de un modo muy elocuente San Luis María de Montfort en su Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen: “Si alguno dijera que tiene a Dios por Padre pero sin la ternura de verdadero hijo para con María, engañador es, que ha de saber que no tiene más padre que al Diablo”. La rabia capital del enemigo de las almas, no es otra sino ver en la Pureza Virginal de María, el recordatorio que su infame soberbia le arrebato la presencia de Dios, y que en Ella, no ha podido tener ni la más mínima entrada en cuanto al pecado desde su Concepción. La única creatura humana que ha permanecido intacta de pecado, predestinada desde la caída de nuestros primeros Padres Adán y Eva. Con la Promesa que la Mujer pisotearía su cabeza orgullosa mientras esta trataba de morder su talón. Después de Nuestro Señor Jesucristo, María tiene plena potestad y autoridad para someter al Demonio.  

                Explicaba el Padre Gabriele Amorth, que en Gloria y Santidad Goza, que el Demonio es tan astuto que también dentro de la misma Iglesia usa a sus bufones para confundir la Verdadera Fe, llámese sacerdotes, llámese consagrados, fieles laicos comprometidos, Obispos. Y no es faltar a la Obediencia al afirmar esto, no es faltar a la caridad ni condenar, es ver la necesidad de que los laicos también deben comprometerse a estudiar y adentrar en las Escrituras y en el Magisterio, y no quedar como borregos siguiendo corrientes que son dañinas y ponen en riesgo a las almas. Enseñaba el Beato Cardenal Jonh Henry Newman a sus laicos: “Quiero un laicado firme, que 4 conozca su credo a tal punto que pueda dar razón de el”… Pero a nosotros como laicos nos gana la decidía, el querer que el sacerdote nos de todo, y el laico tiene la obligación de profundizar en su fe, no solo quedar con el catecismo de Primera Comunión. 

Negar los Dogmas como este de la Virginidad de María, gana para aquel que lo enseña, lo cree y promueve, la Excomunión Latae Sententiae, es decir, Automáticamente, si es clérigo pierde su Ministerio y toda facultad de dispensar los Sacramentos, queda fuera de la Comunión con la Iglesia por Herejía y Apostasía, si llamándole la atención no rectifica su camino. Lo mismo pasa cualquier fiel laico que enseñe Doctrinas Condenadas por la Iglesia, queda fuera de la Comunión con Roma, no puede acceder a ninguno de los sacramentos hasta que rectifique su fe y se arrepienta de su Herejía. 

                   En conclusión, San Agustín nos enseña, que al nacer de una Virgen que escogió aún antes de saber quién iba a nacer de ella, Cristo quiso aprobar la virginidad en vez de imponerla. Y quiso que la virginidad fuera escogida libremente aun en aquella mujer en la que él tomó para sí la forma de esclavo (Santa Virginidad, 4, 4-401). Herejes llamados Antidicomaritos son aquellos que contradicen la Virginidad Perpetua de María y afirman que después de Cristo naciera, ella se unió con su esposo como uno (Herejías 56-428). Del mismo modo San Cirilo de Alejandría decía contra aquellos que no confesaban como verdad la Virginidad de María: “El mantuvo a su Madre virgen aún después de Ella dar a luz”. Y así lo ha entendido siempre la Santa Iglesia, decretándolo en el Segundo Concilio de Constantinopla en el año 553, como Obligatorio de Fe para toda la Iglesia. 

                   Quien no crea esto, crea que por su propia voz se condena, por los Decretos de la Santa Sede en relación al tema y por la misma Palabra de Dios (Gal 1,8) 


Mauricio Parra Solís 
Esclavo del Inmaculado Corazón de María 


Revisión y Correcciones 
Sr. Presbítero Moisés Olmos Ponce 


Mexicali, B.C. 20 de Diciembre de 2016.

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