Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias
homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente
desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y
delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta.
Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y,
si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades
que pueden encontrar a causa de su condición. (CIC 2358)
Las personas homosexuales están llamadas a la
castidad. Mediante virtudes de dominio de sí mismo que eduquen la libertad
interior, y a veces mediante el apoyo de una amistad desinteresada, de la
oración y la gracia sacramental, pueden
y deben acercarse gradual y resueltamente a la perfección cristiana. (CIC
2359)
He querido iniciar este texto con la cita
directa de lo que nos enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, que por sí
mismo centra el contenido que deseo plasmar esta ocasión. A menudo escuchamos
como miembros y servidores de Iglesia frases como: “La Iglesia nos discrimina”,
“Los cristianos son unos intolerantes”, “Fanáticos homofóbicos”, etc… etc…
cuando el que yo piense diferente de una u otra manera a ideas de mi prójimo,
no me hace ni odiarlo, ni ir en contra suya, ni insultarle como muchos medios
no solo de comunicación, sino de entre los mismos hermanos quieren llegar a
hacer creer.
La Iglesia, siempre ha tenido abiertos sus
brazos como Madre, para acoger a todos sus hijos dispersos, pecadores y justos,
fieles y rebeldes. No los aleja, sino con paciencia les procura y busca
atraerlos hacia el Corazón de Su Señor. Dios ama al pecador, más sin embargo
desprecia el pecado. La Iglesia lo mismo, abraza al pecador, invitándolo a
dejar su vida de pecado en la medida de sus fuerzas con la Gracia Divina que
nunca deja de auxiliar al Hombre, aun sus limitaciones y caídas.
Es cierto, que muchos dentro de la Iglesia
misma no tienen una actitud del todo meritoria a lo que la Doctrina enseña, es
triste y es una realidad, y vemos que Pastores, Sacerdotes, Obispos, laicos
comprometidos que deberían ser muchísimas veces modelos recalcados de la
Misericordia del Padre con el hijo prodigo, son jueces y parte sin mirar las
astillas de sus ojos, más sin embargo, no por ellos podemos ver a la Iglesia y
a los Servidores de manera generalizada. Sería un error gravísimo pensar que
todos son iguales.
Aún la misma palabra de Dios, siendo tan
tajante en numerosos aspectos, el mismo Libro del Deuteronomio, el mismo San
Pablo, Cristo mismo da un margen amplio de apertura, No al pecado, a la
dignidad de la Persona misma, que esa no está condicionada, aun cuando el
hombre mismo se empecine pasar por encima de la Dignidad propia o de sus
hermanos. La condición o preferencia, es un hecho que por sí sola no implica un
atentado contra la moral, la espiritualidad y la dignidad, tan perfectible es
aquel que se llama “heterosexual” como el que se llama “homosexual”, sabiendo
identificar entre ser “homosexual o gay”*, aunque sean derivados, implican
diferentes concepciones. Ambas respetables, y ambas motivo de lucha constante
para superarse como personas y seres humanos.
Las acciones, sin embargo, aun siendo en
segundo plano, son las que nos pueden condicionar nuestra relación con los
demás, la aceptación o el rechazo. Más lo que en esencia somos. Yo no puedo ir
de un lado a otro haciendo y deshaciendo en mi libre antojo, aun cuando sea
consciente de mis acciones, mientras perjudique a los demás. Y ni aún mismo
perjudicándome a mí mismo, y creyendo que porque lo hago yo, aunque sea algo
malo, voy a recibir aprobación. Es una mentalidad equivocada por demás decirlo.
Y no es sentido de discriminación, odio e intolerancia el que alguien que
piensa diferente a nosotros o procure ayudarnos, quiere hacernos un mal, no nos
acepte o nos rechace.
Más sin embargo, hay lineamientos morales y
espirituales que son norma natural de vida preestablecida y que aún en nuestra
libertad esta intrínsecamente grabada en nuestra conciencia.
El homosexual, debe estar consciente y
abierto a muchas realidades, aun cuando su corazón mismo este terriblemente
lastimado por las caídas y desengaños de su propio caminar, por sus propios
errores, con humildad, debe también reconocer que necesita ayuda, no solo de la
humana, sino también de Aquel que siempre le ha acompañado a lo largo aun de
sus tropiezos, aun cuando sus acciones no han sido buenas del todo. Que siempre
y constante le ha invitado a recapacitar, no condenándolo, sino invitándolo a
la verdadera reconciliación consigo mismo y con aquellos que le rodean.
Aunque rechace lo que es muchas veces y sea
rebelde, aun el homosexual es hijo de Dios y de la Iglesia. Triste es constatar,
que ni aun los propios homosexuales muchas veces, no son capaces de aceptarse
ni ellos mismos, aun cuando ponen una careta de “todo está bien”, “me acepto”,
cuando su mismo rencor y sus acciones gritan muchas otras cosas, muchas veces
faltas de aceptación desde sus propias familias, otras tristemente de la misma
sociedad, de la misma Iglesia es cierto y triste, más no del Magisterio, ni de
Cristo, sino de algunos miembros de entre los hermanos y servidores. Aunque
también, es de aceptar que muchos hermanos que experimentan esta realidad, es de manera desordenada y
agradable a ellos, y también con ellos la Pastoral debe trabajar. Muchos que
vienen arrastrando maltratos y abusos de los cuales ellos no tienen ninguna
culpa, ni aun de la realidad de su preferencia ni de las situaciones que han
vivido.
La Iglesia como Madre, nos invita a vivir
bajo una norma de vida, pero es una invitación, no una imposición, como muchos
quieren hacerlo ver, una invitación a vivir plenamente libres, en la libertad
de los hijos de Dios, es una decisión personal que cada quien puede o no
aceptar. Vivir la castidad, que se pide a cualquier estado de Vida, tanto a los
Consagrados, como a los Esposos, como a los Solteros, homosexuales,
heterosexuales. La vida de piedad, el fomentar nuestro encuentro con Dios cada
momento es algo que aunque la Iglesia no lo pida explícitamente, el mismo
espíritu lo clama a gritos, clama a Aquel que puede llenarnos todos los vacíos.
Cumplir los mandamientos de Dios no es una imposición, es una Invitación de
Dios y un muro de contención para no caer en el desfiladero de la perdición.
Ni aun viviendo en la realidad de una pareja,
la Iglesia aleja al homosexual, sino que lo abraza. Es cierto, para este tipo
de realidades también les pide a ambos en la medida de sus fuerzas ayudados de
la Gracia Divina, vivir la castidad. Y como Iglesia también es una realidad que
debe buscar una Pastoral adecuada a estas necesidades en la Fe y en la Caridad
para llevar un correcto Acompañamiento a quienes vivimos la Realidad
homosexual, y a quienes viven en situación de pareja o buscamos vivir una
relación de pareja a la Luz de la Fe. Para que en estas realidades, se lleve
una correcta práctica de la Fe.
El Homosexual, puede llegar a ser tan Santo
como se lo proponga, tanto como se deje guiar por la mano de Dios que no lo
rechaza sino que está siempre en espera con los brazos abiertos para abrazarlo,
acogerlo y sanarlo de sus heridas. La santidad no solo es una exigencia de los
Consagrados a Dios, sino de todos los hombres y mujeres, es la manera de vivir
una humanidad plena y autentica. No somos fotocopias de nadie, somos únicos,
auténticos, creados a imagen y semejanza de Dios, superiores a los mismos ángeles.
Pero la respuesta es única, personal: Dios y yo. No hay más, pero hay que estar
siempre abiertos para entender esta realidad tan bella, pero que la sociedad,
bajo la máscara de apoyarnos y de ser incluyente, nos quiere ocultar.
Te lo digo a ti hermano homosexual, a quien
va dirigido primeramente este artículo que me he tomado a escribir, te lo digo
a ti de homosexual a homosexual, consciente de otra realidad, Dios nos ama, nos
frecuenta, y te invito a acercarte a Él, que no te fallará jamás.
Mauricio Parra Solís
Esclavo del Inmaculado Corazón de María
Mexicali, B.C., 18 de Enero de 2017. Año Jubilar de las
Apariciones de Nuestra Señora de Fátima
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Dedicatoria:
Debo decir que el escribir este Articulo que puede llegar a desentonar un poco con la dinámica de este Blog de Catequesis, fue inspirado por una persona a quien estimo y admiro ampliamente, y a quien quiero dedicar este Articulo.
Mao y Ramón
Hola Mauricio
ResponderEliminarTe admiro demasiado por lo que haces, he visto algunos de tus articulos y he quedado fascinado, especialmente con este que has escrito. Yo tambien lo soy y has tocado mi corazon con la inspiracion que Dios te ha mandado para que te animes a compartirla.
Animo, tus palabras son concretas y a la vez hacen reflexionar sobre el tema que se trate.
Y ahora referente a este articulo, Haz logrado en que reflexione, lo importante que es amar a través de la castidad, un amor desinteresado. Cuando uno se sumerge y cae en el pecado es muy dificil salir y mas si se tiene pareja. Ahora con esto que compartes haces que me acuerde al principio de mi relacion y he decidido retomar este camino en busca de la castidad, quiero lograr la santidad y si es posible con esa persona aun mejor.
Gracias.
Pd: Sigue así!! Adelanté