El santo profetiza grandes cismas y tribulaciones
en la Iglesia.
Poco antes de morir, San Francisco de Asís reunió a
sus seguidores y les advirtió de los problemas venideros, diciendo:
Sean fuertes, mis hermanos, tomen
fuerza y crean en el Señor. Se acerca rápidamente el tiempo en el que habrá
grandes pruebas y tribulaciones; abundarán perplejidades y disensiones, tanto
espirituales como temporales; la caridad de muchos se enfriará, y la malicia de
los impíos se incrementará.
Los demonios tendrá un poder inusual;
la pureza inmaculada de nuestra Orden y de otras, se oscurecerá en demasía, ya
que habrá muy pocos cristianos que obedecerán al verdadero Sumo Pontífice y a
la Iglesia Romana con corazones leales y caridad perfecta. En el momento de
esta tribulación un hombre, elegido no canónicamente, se elevará al
Pontificado, y con su astucia se esforzará por llevar a muchos al error y a la
muerte.
Entonces, los escándalos se
multiplicarán, nuestra Orden se dividirá, y muchas otras serán destruidas por
completo, porque se aceptará el error en lugar de oponerse a él.
Habrá tal diversidad de opiniones y
cismas entre la gente, entre los religiosos y entre el clero, que, si esos días
no se acortaren, según las palabras del Evangelio, aun los escogidos serían
inducidos a error, si no fuere que serán especialmente guiados, en medio de tan
grande confusión, por la inmensa misericordia de Dios.
Entonces, nuestra Regla y nuestra
forma de vida serán violentamente combatidas por algunos, y vendrán terribles
pruebas sobre nosotros. Los que sean hallados fieles recibirán la corona de la
vida, pero ¡ay de aquellos que, confiando únicamente en su Orden, se
dejen caer en la tibieza!, porque no serán capaces de soportar las tentaciones
permitidas para prueba de los elegidos.
Aquellos que preserven su fervor y se
adhieran a la virtud con amor y celo por la verdad, han de sufrir injurias y
persecuciones; serán considerados como rebeldes y cismáticos, porque sus perseguidores, empujados
por los malos espíritus, dirán que están prestando un gran servicio a Dios
mediante la destrucción de hombres tan pestilentes de la faz de la tierra. Pero
el Señor ha de ser el refugio de los afligidos, y salvará a todos los que
confían en Él. Y para ser como su Cabeza, estos, los elegidos, actuarán con
esperanza, y por su muerte comprarán para ellos mismos la vida eterna; eligiendo
obedecer a Dios antes que a los hombres, ellos no temerán nada, y han
de preferir perecer antes que consentir en la falsedad y la perfidia.
Algunos predicadores mantendrán
silencio sobre la verdad, y otros la hollarán bajo sus pies y la negarán. La santidad de vida se llevará
a cabo en medio de burlas, proferidas incluso por aquellos que la profesarán
hacia el exterior, pues en aquellos días Nuestro Señor Jesucristo no
les enviará a éstos un verdadero Pastor, sino un destructor.”
La profecía es de San Francisco de Asís
y una
referencia de la misma la encontré con imprimatur
en una obra
de hace casi 150 años.
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