Era un
Jueves Santo, 9 de abril de 1857, entre las dos y tres de la madrugada que la
ahora Beata Sor Encarnación Rosal se disponía a orar pero, al momento de
hincarse, sintió que le jalaron el velo que la cubría oyendo, al mismo tiempo,
el sonido de una campanilla de oro; un suave tañido que pasó desapercibido para
la religiosa. Sin distracción, continuó su oración meditando, específicamente,
en la traición de Judas y más aún, en cómo se sentiría el Corazón de Jesús con
ese acto hecho por uno de sus discípulos cuando una voz interior le dijo: “No
celebran los dolores de mi corazón”.
Luego
de esto, Madre Encarnación consultó con su confersor Monseñor Piñol sobre lo
sucedido así como con el arzobispo Fray Francisco de Paula García y Pelaez,
arzobispo de Guatemala, pero ninguno le hizo mayor caso. Los siguientes quince
días, la voz continuó resonando en el interior de Sor Encarnación.
La
época de lluvia inició, en los alrededores del mes de mayo, cuando, nuevamente
entre las dos y tres de la mañana Sor Encarnación atraviesa el Claustro de las
Beatas de Belén y, al entrar a la capilla para orar, nota que está inundada de
una luz, que no lastima la vista, y entre dicha luz, se presenta Jesús
Resucitado. Madre Encarnación dice que de todos los poros del cuerpo de Jesús
brotaba sangre y, sacándose el corazón, se lo mostró traspasado por diez dardos
crueles, debido al quebrantamiento de los diez mandamientos.
Para
el mes de julio del mismo año, una epidemia de cólera asotaba a Guatemala; en
el Beaterio de Belén dos hermanas fueron víctimas de esta epidemia y otras más
estuvieron gravemente enfermas.
Llego
una noche en que Madre Encarnación sintió una amargura de corazón, como agonía
de muerte y, sintiendo otras angustias, pensó en promover la celebración de los
dolores del Corazón de Jesús y le ofreció trabajar por ello; en ese momento
volvió la calma a su corazón.
Beata Madre María de la Encarnación Rosal |
Una
segunda noche Madre Encarnación volvió a sentir la amargura en su corazón, pero
ella nuevamente le promete a Jesús comunicar a su confesor la promesa hecha y
la paz regresa a su interior.
A
la tercera noche vuelve a sentir lo mismo, y ella le promete al Señor que
pasaría por vergüenzas, contradicciones, trabajos y dificultades para
establecer y promover la devoción a los Dolores Internos del Corazón de Jesús.
Tal
como lo había prometido, Madre Encarnación comenta a su confesor y director
espiritual lo ocurrido. Es Monseñor Piñol quien le otorga el permiso, con el
apoyo de los padres Taboada y Miguel Muñoz por lo que comenzó a pedir limosnas
para organizar un pequeño altar y celebración en honor a los Dolores internos
del Corazón de Jesús, pensando en realizarlo el día 25 de agosto de ese mismo
año. El señor Arzobispo, primero nacido en Guatemala, le otorgó la licencia
para dicha celebración y ordenó también que todos los 25 de cada mes se
realizara un acto de desagravio en el Beaterio de Belén.
Madre
Encarnación notó que, pasado el 25 de agosto, la epidemia de cólera, así como
sus estragos, fueron disminuyendo en el país hasta que desapareció en su
totalidad.
La
beata explica que fue el Señor quien le inspiró sobre la imagen de los Dolores
internos del Corazón de Jesús, por lo que manda a pintar un cuadro; debía
llegar un Corazón con diez dardos, siete alrededor y tres al centro,
entendiéndose que dichos dardos en general significaban los diez mandamientos
quebrantados, además de diez dolores particulares.
Sobre estos
dolores particulares, ella explica que los dardos externos son:
+ Las
herejías esparcidas por todo el mundo
+ La
apostasía de los malos cristianos
+ El olvido
de sus promesas y beneficios
+ El
desprecio de sus gracias y sacramentos
+ La
frialdad e indiferencia de los suyos
+ La poca
implicación de su fe en la vida diaria de muchos que dicen ser sus amigos.
Sobre
los tres dardos que están en el centro del corazón nos explica que representan:
+ El escándalo y sacrilegio de los malos sacerdotes
+ El violar
sus votos las esposas de Cristo
+ La
persecusión de los justos.
Madre
Encarnación mostró a Monseñor Piñol la pintura de los Dolores Internos del
Corazón de Jesús y se la mostró también al Padre Muñóz quien, a su vez, mandó a
hacer una imagen en madera, originaria de Guatemala. Fue el canónigo don Manuel
Espinoza quien mandó a hacer una imagen aún más grande del Sagrado Corazón de
Jesús, que se cree que es la que se encuentra en veneración en el Beaterio de
Belén de la Ciudad de Guatemala.
No conocía de esta devoción, y hoy tiene más vigencia que nunca, más cuando occidente ha olvidado los dolores de Jesucristo, que nos trajeron la salvación del alma y la entrega de un amor infinito y eterno que no merecíamos.
ResponderEliminar