En las iglesias se
oyen afirmaciones que causan estupefacción,
Se leen tantas
declaraciones contrarias
A lo que se había
enseñado”
(M.M.L.)
Reverendísimos Padres en Nuestro
Señor:
Con reverencia,
obediencia y amor a la Santa Madre Iglesia Católica, he querido escribirles
esta carta, como un laico preocupado por la situación actual por la que
atraviesa nuestra Fe. Sin duda, la Iglesia, aunque no declarado, atraviesa un
Cisma espantoso, del cual todos los fieles se dan cuenta y vagan como ovejas
sin pastor, buscando, hambrientas y sedientas, verdaderos pastos y ríos de vida
eterna. Confusión en la Iglesia, que solo pierde a las almas, y las entrega a
las fauces del león rugiente, que como enseña San Pedro, ronda buscando a quien
devorar, y en estos tiempos, es difícil, como enseña el Apóstol, resistirle con
la firmeza de la fe, cuándo esta tristemente vilipendiada y arrojada al suelo,
por los mismos Pastores que deberían darnos al rebaño, pastos abundantes para
saciar el hambre de encontrar la Salvación.
Pareciera, que se cumple lo que el Señor
recrimina a los Israelitas por boca del Profeta Isaías: “Son ciegos los
guardianes de mi Templo, ninguno sabe nada.
Todos son perros mudos incapaces de ladrar… son Pastores que no saben
entender, todos se han apartado por su camino, cada cual, hasta el último,
busca su propia ganancia” (Is. 56, 10-11). Para todo aquello que deberían
levantar la voz, permanecen mudos, y en lo que deberían guardar silencio, son
apremiantes en levantar la voz. La Iglesia está para Salvar a las almas, si
para hacer prevalecer la dignidad de la persona humana ante las injusticias,
ser voz de los hijos a quienes se han apagado la voz. Más sin embargo, la
principal Misión de la Iglesia es Salvar a las Almas para el Reino de los
Cielos. Dar el pleno conocimiento de Su Señor, Salvar a las almas, ser verdaderos Pastores, y es
triste, que se han convertido en asalariados que entregan las ovejas al fuego,
al lobo que ronda por el redil.
La Fe la ha dado Dios
desde la Antigua Alianza para salvación del hombre, Cristo estableció el Pacto
de la Cruz para reconciliación, dejo a su Esposa la Iglesia para continuar la
Obra de Salvación, no para que en su Nombre se condenaran los Hijos. Y triste
es, ver como quienes son los Episcopos, los Guardianes de la Fe, bajo el escudo
de la Misericordia, pisotean al Señor en su propio Santuario. Entregándolo como
Judas en el Huerto, ya no por treinta denarios de plata, sino por comodidad,
por no perder un puesto, por quedar bien. Por alagar al mundo. Cuando la
Iglesia y el mundo se entienden, es síntoma que el demonio ha entrado. Pues la
verdad y la mentira no son compatibles, y Cristo mismo lo dijo al orar por sus
discípulos: “Yo ruego por ellos, no ruego por el mundo, sino por los que me
diste; porque son tuyos… el mundo los aborreció porque no son del mundo como
tampoco Yo soy del mundo (17, 9; 14). Por eso la Iglesia es perseguida, porque
tiene que Sufrir lo que ha sufrido su Señor.
En aras de Misericordia,
no podemos aventar a los hijos al fuego. En aras de la caridad, no se puede
pisotear a Cristo en los Sacramentos, violando la Sacralidad del Matrimonio y
entregando la Eucaristía en pecado de Adulterio, bajo Normas Pastorales que
atentan a la Caridad y al Temor a Dios, solapando la soberbia de quienes pretenden
profanar el Cuerpo y la Sangre de Cristo;
vender la Fe de la Iglesia, por atraer a quienes lastimosamente y por
propia voluntad se han salido de la Iglesia. Quien no está con Cristo,
desparrama, quien está fuera de la Iglesia, lastimosa es, pero realidad, no
alcanza la Vida Eterna, Cristo es Camino, Verdad y Vida, y lo ha delegado a
Iglesia. Cierto es que la Iglesia debe atraer a todos los hijos dispersos, y
buscar el retorno de los Herejes a ella, más no solapar su herejía y licuarla
en sincretismo con la Fe de la Iglesia, para no lastimarlos y hacer el llamado
más atractivo. Cristo mismo en el sermón del Pan de Vida, viendo la multitud
que se alejaba, no retrocedió y dejo que cada cual creyera lo que quisiera, se
mantuvo firme mirando a sus Apóstoles al decir: “¿vosotros también quieren
dejarme?” (Jn. 6, 67). Cristo mismo es
quien les ha dado el poder, no ha sido ni el mismo Sumo Pontífice, ha sido el
Espíritu Santo quien los ha consagrado, para “Anunciar la Buena Nueva de
Salvación”. No para hacer de ella servilleta que se usa, se maltrata y se
avienta a la basura.
Como laico, es poco lo que se puede hacer, pero
apelo a la libertad de los hijos de Dios, a la libertad que nos da la Iglesia
en su Magisterio y en mismo Derecho Canónico, de levantar la voz en reverencia
a Nuestros Pastores, por amor de Cristo y de la Iglesia, y es una la súplica de
muchos fieles: defiendan la Fe, vosotros que tienen Autoridad, no entregarán
cuentas al Papa, a la Conferencia Episcopal, sino al mismo Cristo, que pedirá
rigurosa cuenta de las almas que han salvado o condenado por su silencio y
negligencia. Dichoso el Pastor que escuche la bendición del Siervo Fiel en el
gozo de Su Señor, y no la maldición del siervo impío, que ha traicionado a Su
Señor, y acabe arrojado al lugar del castigo, junto al séquito de almas que
ayudo a condenar. La Iglesia es Madre y Maestra de Misericordia, y como Madre
exige a sus hijos y les corrige por su
Salvación, como Cristo exigió y tuvo celo de la Voluntad de Padre. Celo por la
Salvación de las almas, por eso exige y Maestra de Misericordia, porque muestra
el Rostro de Cristo en la Cruz que acoge a todos los pecadores, pero desprecia
el pecado que nos aparta de la Salvación.
Pido insistentemente
ante el Señor, el Buen Pastor, por vuestras Excelencias, para que sean
verdaderos Pastores como la Iglesia lo necesita hoy, si en el acercamiento a sus Hijos, pero también valientes para
defender a Cristo en lo que ha enseñado. Gallardía Padres míos, que vuestra
recompensa será grande a la Hora que os pidan cuentas en el Tribunal de la
Justicia. No pretendo ser mayor autoridad que vosotros, más escribo como laico
que ama a Su Señor, a su Iglesia, pecador como todos y lleno de miserias
infinitas. Pero que desea responder a la Divina Voluntad ayudado de la Gracia
que nos asiste del Espíritu Santo.
Beso de cada uno, de
rodillas y con reverencia, vuestros Anillos Pastorales, a la vez que suplico su
más Paternal Bendición Apostólica.
Laico Mauricio Parra Solís
Mexicali, B.C., 03 de Marzo de 2017.
Santo Tiempo de Cuaresma. Año Jubilar, por el Centenario de las Apariciones de
María Ssma. en Fátima.
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