Creo en Nuestro
Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, Real y Verdaderamente Presente en el
Santísimo Sacramento del Altar, que fue concebido por Obra y Gracia del
Espíritu Santo, que fue encarnado en el Vientre Virginal de la Hija de Sión,
María Santísima; convertida en Primer Templo y Sagrario de la Presencia
Sacramental del Hijo de Dios, y por la
Gracia Santificadora de este mismo Espíritu se encarna en la Fragilidad de un
Pan Puro, conmemorando incruentamente la Cena Pascual, donde tomándole en sus
Santas y Venerables Manos, bendijo al Eterno Padre, y distribuyéndolo entre los
Apóstoles, lo consagro diciendo: “Tomad y Comer este es mi Cuerpo; Tomad y
bebed que esta es Mi Sangre que se derrama por todos vosotros y por todos los hombres
para la Remisión de los Pecados”, constituyendo así la plenitud de su Pascua,
cuando colgando del Madero de la Cruz, Ofreció su Cuerpo y Sangre en total
plenitud del sacrificio de Redención, Ofreciéndose en Oración, Alabanza y
Santidad hasta la consumación de los Tiempos, y constituyendo a su Esposa
Inmaculada, la Iglesia, Celebra el Misterio de Caridad de manos de sus
Ministros.
Creo con esperanza
y caridad cuanto has enseñado, que al comer tu Cuerpo y Beber Tú Sangre
alcanzaré la Vida Eterna, y viviendo en Gracia y Santidad podré gozar de
contemplarte Cara a cara en la Jerusalén del cielo. Creo y Espero que me
alcanzaras la Gracia de recibirte sin pecado, y la devoción para valorar Tú
Presencia en cada Sagrario de la Tierra, amarte y hacerte amar. Me darás la
gracia de poder reparar todos los ultrajes que te hacemos ingratos.
Creo firmemente que
este Alimento es viatico y consuelo, fortaleza y alivio para este Valle de
Lágrimas, que al acudir a tu encuentro delante de tu Sagrario, encuentro seguro
alivio a mis males y consuelo en mis miserias, liberación de mis ataduras y
sanación de mis dolencias del alma y del cuerpo. Creo que estas Presente en
cada Tabernáculo de la Tierra y que Reinas Silencioso y Escondido detrás de las
Especies Sacramentales. Que desde ahí sostienes al mundo y provees a Tú Iglesia
el auxilio.
Alcánzanos como lo
esperamos, el perdón de nuestros pecados y salvación que esperamos, mientras
levantamos las manos al cielo, en oblación pura.
Gloria, Honor y
Alabanza sean dados eternamente al Santísimo y Divinisimo Sacramento. Amén
Mauricio P. Solís
Esclavo Eucarístico del Inmaculado Corazón de María
Mexicali, B.C., 21 de Abril de 2016.
Octava de Pascua. Año Jubilar por el Centenario de las Apariciones de Nuestra
Señora en Fátima.
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