El santo que recibió la promesa de la Virgen y la difundió es San Simón Stock. Se cree que nació en una familia real, pero que a muy temprana edad se retiró a la vida de oración, refugiándose en un gran árbol que le sirvió de casa y oratorio, de donde provino el nombre de “stock” que significa “tronco”. Simón Stock, nombrado más tarde Superior General de la Orden de los Carmelitas, tuvo que sufrir mucho para que la institución siga en pie, ya que fue muy perseguida. En contra de esa gran familia religiosa se argumentaba que había sido instituida sin la autorización de la Iglesia. Pero felizmente, ya próxima a ser suprimida, la Virgen se le apareció al Papa Honorio III y le ordenó que la confirmase y protegiese. Sin embargo, al cabo de un tiempo la Orden fue acosada nuevamente con mayor saña, por lo que San Simón, que sobrellevaba una gran amargura, recurrió a la Virgen:
Flor del Carmelo,
Vid florida,
Esplendor del Cielo,
Virgen Madre singular,
Madre dulce
que no conoció varón:
asiste propicia a tus devotos,
Estrella del mar.
En la mañana del 16 de julio de 1251, mientras suplicaba con grandísima insistencia su protección, la Madre de Dios se le apareció. Según relató él mismo al Padre Pedro Swayngton, su secretario y confesor, «la Virgen se me apareció con un gran cortejo y teniendo en la mano el hábito de la Orden, me dijo: “Recibe, hijo dilectísimo, este Escapulario de tu Orden como señal distintiva y marca del privilegio que yo obtuve para ti y para todos los hijos del Carmelo; es una señal de salvación, una salvaguardia en los peligros, una alianza de paz y de protección sempiterna. Quien muera revestido con él será preservado del fuego eterno”».
La Orden del Carmen se multiplicó de modo tan prodigioso bajo la dirección de San Simón, que a los pocos años de su muerte, a fines del siglo XIII, contaba con 7.500 monasterios poblados por casi 120 mil religiosos. A los pocos años, hacia el 1276, el culto a San Simón Stock fue confirmado por la Santa Sede.
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