Mensaje con Ocasión de la Natividad
de Nuestro Señor Jesucristo
Mexicali, B. C. 25 de Diciembre de 2013
Año Diocesano de la B.S.V. María de Loreto
A los hombres y mujeres de Buena Voluntad en el Señor:
Reciban todos un saludo, deseando y esperando que estas fiestas de la navidad redunde en gracia y paz en su familia.
Cada año ponemos de relieve el acontecimiento central de nuestra Fe, como el amor infinito de Dios por sus hijos, se manifiesta siempre cercano, dócil, inocente y sencillo. No busca el esplendor ni lo magestuoso. Su misma sencillez atrae, deslumbra. De modo particular nos dice a cada uno: "Sé que mi esplendor te asusta, que ante mi grandeza tratas de afianzarte tú mismo. Pues bien, vengo por tanto a ti como niño, para que puedas acogerme y amarme".
Que maravilla podemos meditar en esta frase. Cuantas veces queremos caminar con la cofianza de un hijo para con su padre, y sentimos que caminamos a tientas entre la oscuridad. Vamos vagando en un mundo que parece sumergido cada vez mas en un descontrol social y espiritual, donde el hombre no encuentra su razón de existir, donde el hombre se encuentra con un vacío interno que trata de llenar con el consumismo y el materialismo desmedido. Vemos nuestra realidad y vemos que cada vez vagamos en un sin sentido y un vacío inmenso que no sabemos con que llenar. Tristemente es la realidad que hemos cultivado con nuestras acciones de cada día.
Mas no es un caso perdido, siempre en cualquier situación desesperada, donde se ve imposible llegar a una meta, queda la esperanza de seguir con los pies en el camino, y dar un caminar firme a cada paso. Jamás viendo hacia atrás, no podemos vivir sumergidos en el pasado, anhelando lo que fue, por ello, debemos dar a Dios las gracias siempre, porque nos ha permitido crecer y conocer. Tampoco podemos anhelar el futuro, que aun esta en insertidumbre y no nos corresponde. Que es lo que realmente nos corresponde? Bien lo define Santa Teresita del Niño Jesús: "Solo tengo el día de hoy". Y solo eso podemos poseer, el instante en el que vivimos, el que cada mañana podamos contemplar la luz de un nuevo día, entre tantos que ya han sido privados de ella, porque han sido llamados a la presencia del Señor. Que tenemos salud, entre tantos que estan asociados a la Pasión de Jesús por la enfermedad. Que tenemos un techo que nos cobije, entre tantos que ni eso pueden tener. Somos ricos aun en lo poco que podamos tener, pero hay hermanos aun mas ricos que sin tener nada en absoluto viven teniendolo todo, porque poseen a Aquel que le da sentido a sus vidas, mientras nosotros vagamos en un intento desesperado de encontrarlo, sin saber que siempre esta junto a nosotros.
Como ciegos, vamos caminando a tientas, nos pasa lo que reclama Dios a lo ídolos: "tienen ojos y no ven, tienen oídos y no escuchan", y nos pasa aquello que recrimina Jesús en el Evangelio: "les han tocado canciones alegres y no han bailado, les han tocado canciones tristes y no han llorado". Vamos como el hijo prodigo en el establo de trabajo, queremos saciarnos y nada logra saciar nuestra hambre ni nuestra sed, porque nos conformamos con las miserias que nos regala el mundo, las miserias de un amor barato y sin compromiso, las miserias del consumismo, con el engaño de que mientras mas tenemos y costoso, mas admirados seremos, las miserias de vivir solo del placer pasajero, tomando a la otra persona como un mero objeto que se desecha cuando no cumple nuestras espectativas. Las miserias de ver en el otro como un escalón sobre el cual pisar para llegar a la meta fijada sea cual sea. Envueltos en esas miserias es donde nos encontramos triste y lamentablemente. Donde la familia es todo menos familia, y a cualquier cosa queremos tomar como modelo de tan sagrada estructura.
Cada día, debería ser una nueva "navidad", un nuevo nacimiento de Nuestro Señor en medio de nosotros, donde aprendamos a ver lo sencillo con ojos de fe y esperanza, con ojos llenos de amor, con ojos llenos de ciencia, como Dios mismo las ve y nos ve a nosotros. Si eligió hacerse semejante a nosotros, es para demostrarnos que no es alguien lejano a nuestra realidad, que no es alguien olvidado de su obra, sino que es Alguien que camina con nosotros a cada paso, que nos acoge cuando nadie mas lo hace, que confía en nosotros cuando nadie mas es capaz de confiar. Que es un Dios todo amor y misericordia, que es capaz de llenar todo vacío, que es capaz de encender toda frialdad y de santificar todo fervor. Un Dios siempre Uno, siempre Amor, siempre Padre.
Que esta Solemnidad de la Natividad, nos traiga nuevas esperanzas, nos traiga un corazón siempre abierto y dispuesto a la realidad para participar activamente de un cambio de conciencia comunitaria, donde seamos capaces de ser sal y luz en donde quiera que estemos. Es mi deseo para todos aquellos a los que llegue esta sencilla palabra.
En Jesús y María.
Catequista Mauricio Parra Solís
Ecce Ego Quia Vocasti Me