lunes, 28 de agosto de 2017

Profanación del Santuario de Nuestra Señora de África

       

     Triste y lamentable es el hecho de que se ha entronizado a Satanás en el Templo Santo de Dios, ahora especialmente en la Diócesis de Cádiz y Ceuta, España. En la entronización de un ídolo hindú en la casa de la Madre de Dios, tristemente el paganismo se ha infiltrado cada vez más en la Iglesia, cuando en Inglaterra no salíamos de asombro cuando el Episcopado daba directrices para que los fieles reverenciaran a los demonios y encima comieran de las ofrendas y sacrificios ofrecidos a ellos, y cuando no se podía esperar algo más, sale esto ahora en España, entronizado el demonio.

            ¿A esto nos ha llevado el ecumenismo y el diálogo interreligioso? ¿A la profanación de los Templos y la licuefacción de la Fe? ¿A poner al mismo nivel que Cristo, al demonio? Ciertamente que el ecumenismo ha sido un gran cáncer que ha infectado a gran parte del Cuerpo Místico de Cristo, cuando ha sido condenado por innumerables Pontífices Católicos a lo largo de la Historia de la Iglesia. Pero por ahora no hablaré de este cáncer tan corrosivo cuyos frutos son solo ir matando la Doctrina de la Iglesia poco a poco a lo largo de los 50 Años que ha vivido la Iglesia de la “gran primavera” que fue el Vaticano II.

            Es triste ver el poco celo de los Pastores, de los Obispos y Sacerdotes y de muchísimos laicos que conociendo la verdad, actúan como si no les importara, y los Pastores, en lugar de enseñar sanamente a sus hijos, los hunden aún más en la ignorancia y en la enseñanza apostata que desprecia lo sagrado. Primero contemplábamos la deshonra de sucesor de San Ignacio de Loyola, el Gran Defensor de la Fe y del Sumo Pontificado, al afirmar estupideces sobre la enseñanza de Cristo y el Adulterio, para luego negar la existencia del Demonio y rematando con ser el primer jesuita bautizado bajo rito budista, como si ser Hereje y Apostata fuera un gran título que mereciera reconocimiento y aplausos, que a semejanza de Judas ha traicionado a Cristo.

            La profanación hoy ha sido para no menos que indignarse como católicos, para rasgar las vestiduras y encender el alma en santa cólera, a semejanza del pasaje del Evangelio donde Jesús expulsa con látigo en mano a los mercaderes del Templo. Pues nosotros, Iglesia, hemos convertido nuestros Templos, peor aún que en cuevas de ladrones y mercaderes, cuando los hemos hecho receptáculos donde el demonio mismo ha logrado ya entrada. ¿Nos suena fuerte? ¡Increíble! Pero es la realidad, hemos cambiado la Adoración a la Santísima Trinidad por postrarnos y adorar a Satanás. Y aun así, seguimos tan embrutecidos para darnos cuenta.

            Pretendemos darnos a solo la oración cuando también implica tomar la espada para defender. La oración, cierto, es el pilar sin el cual, la edificación se viene al suelo, más también, sino echamos mano de la acción, es una oración inserviblemente hipócrita. ¿Dónde ha quedado el ejemplo de los Grandes Santos Evangelizadores? San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier, de tantos Santos Misioneros y más aún, Mártires que en tierras paganas ofrendaron su Sangre a Cristo para enseñar la Verdad y alejar a los Hombres de la Idolatría y el culto al Demonio. ¡Seguiremos pisoteando esa sangre derramada!



            Aunado al gran mal de ecumenismo: el respeto humano. Nos da miedo hablar para no “ofender al hermano”. Nos hemos convertido en marionetas podridas de Satanás por el miedo a la ofensa, cuando el vivir en una mentira es ofensa verdadera para la libertad a la que hemos sido destinados. Un comunicado laxo y cabría decir burdo, pedir perdón solo a los fieles ofendidos, cuando al que deberíamos suplir perdón con lágrimas y sangre es a Dios y a su Santísima Madre por la bajeza a la que hemos caído. Impetrar con sayal y ceniza al cielo por la gravedad de nuestras ofensas que cada vez aumentan en número, cuando claman mayormente venganza al cielo, y donde María Santísima poco puede ya detener el brazo de la Justa Ira del Eterno Padre sobre nuestras cabezas.

            El Señor tenga piedad y Misericordia de nosotros, que cada vez labramos más ancho el camino para caer al abismo. Que verdaderamente nos ilumine el Espíritu Santo para darnos cuenta la situación actual de la Iglesia, y lograr rescatarla con la Gracia de Dios. Oremos y Reparemos.


Mauricio Parra Solís

Mexicali, Baja California, México

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