¿Donde esta Muerte tu victoria?
¿Donde esta muerte tu aguijón?
Todo es destello de Su Gloria,
Clara luz, Resurrección.
¡Aleluya! ¡Gloria! se proclama entre los ángeles en el cielo, es tiempo de Misericordia, el hombre viejo figurado en Adán ha muerto y ha sido victoriosamente restituido en Cristo, quien ha resucitado, demostrándonos que él tiene el "poder, la riqueza y la sabiduría por los siglos de los siglos". Así, como Cristo, también nosotros debemos morir en nuestro hombre viejo y renacer en nuestro hombre redimido, del cual, por la regeneración de nuestro bautismo somos parte.
San Pablo nos afirma que "si hemos muerto con Cristo, resucitaremos también con El" (Rom. 6, 8) esta es la gran promesa de la Vida Eterna. Por la fe en ella y en Cristo, esa promesa se hace una realidad patente y con su Sangre, salda la deuda contraída en la figura de Adán.
Nosotros, como Cristo, también debemos de llegar a la muerte de la Cruz, muriendo a nosotros mismos, a nuestros afectos desordenados, y poco a poco ir superando nuestra debilidad e inclinación natural al pecado, a la comodidad, al egoísmo, a la indiferencia y más aun, a nuestra falta de Caridad, todo, con el auxilio de la Gracia.
Pero de igual manera tenemos que dejar victoriosamente las ataduras del sepulcro, resucitando en las virtudes que adornan la Corona de Cristo, Rey vencedor de la muerte. La caridad sobre todo es la que debemos dar a manos llenas, debemos rebosarla en nuestras vidas, para dar un testimonio perenne de la Resurrección del Señor.
Cristo está vivo y resucitado en nuestros hermanos y en nosotros, como los discípulos de Emús, caminamos con El sin darnos cuenta y hay que recordar lo que Jesús mismo nos dice: "cuando hagan algo con algunos de estos pequeños a mi lo hacen". Veamos a aquel que toca nuestra puerta pidiendo un vaso de agua, un plato de comida y lo rechazamos sin consideración alguna. ¿No está acaso Cristo en los humildes y en los pobres? Nosotros nos jactamos de creyentes de su Resurrección y seguimos tan ciegos como Tomas y hasta pedimos un sin número de pruebas y como dice el mismo Evangelio, no se nos darán mas pruebas. Que más pruebas queremos, ¿no tenemos acaso las llagas de sus pies, manos y costado? y más aun, tenemos su Corazón coronado con punzantes espinas. Tenemos un corazón de piedra para no ver esa presencia en el hermano. Para San Juan, muchas veces somos unos mentirosos, pues nos dice: "Quien dice: Yo amo a Dios y odia a su hermano, miente y la verdad no está en el. ¿Como puede amar a Dios a quien no ve y odiar a su hermano a quien ve?..."
Los Apóstoles fueron auténticos testigos de la Resurrección. Pero ¿que significa ser testigo? Probablemente contestemos que ver o comprobar algo... pero... de una manera cristiana ¿que significa? Dar a los demás nuestra experiencia de encuentro personal con Jesús, no lo que otros nos han dicho, no lo que hayamos leído, es demostrarlo en nuestras obras, en nuestra vida, es darlo a conocer al mundo. Debemos anunciar que somos testigos de su Resurrección si bien con nuestras palabras, mas aun con nuestro modo de vivir la caridad más ardiente y fervorosa, cumplir el Sumo Mandamiento del Amor.
Es difícil ser testigos de la Resurrección de Cristo, pero nuevamente como a los Apóstoles el nos da su Paz y nos envía a su Espíritu Santo para proclamarlo con valentía, no importando aun la misma muerte a causa de la persecución, nos da un corazón como el suyo, capaz de aceptarlo todo a causa del Reino.
Jesús dijo: "Yo soy la Vida, no me la quitan, yo la doy libremente" y así fue en su Pasión, pero también la recupero dándonos a conocer su verdad, quien está enojado o desilusionado con la vida, está igualmente con Cristo y vive aun en las tinieblas y en la muerte, y así, sepultado. Pues en el no hay vida y Cristo no está en el, mas aun el que yace así, no lo busca, ni siquiera tiene luz, vaga sin sentido.
Nosotros debemos ser esa lámpara que ilumine a los hombres y los despoje de ese "sin sentido" que inunda sus vidas, debemos ser aquella estrella que en el mar guía a los navegantes hacia el puerto seguro. Aprendamos de María, a esperar en Dios y a confiar en El aun en los sufrimientos de Cruz que nos tocan vivir.
Que la Pascua no sea una celebración conmemorativa mas, un motivo de felicitarnos solamente, que recordemos la Resurrección del Señor únicamente, sino que la vivamos diariamente, que seamos portadores de ella, viva y eficazmente. Dejemos actuar al Espíritu Santo en nuestra alma y en nuestro ser, dejemos que nos resucite también a nosotros y rompa las ataduras del pecado en nosotros, ese que nos deja vivir.
Quien no ha paspad por la Cruz del sufrimiento, no puede experimentar el gozo y la alegría de la Resurrección.
Fraternalmente en el Corazón de Jesús.
Catequista Mauricio Parra Solís, GDH
Cor Immaculatum María Se Salutem Anima Nostra
Ciudad Episcopal de Mexicali, B.C., 31 de Marzo de 2013. Solemnidad de la Resurrección del Señor.
Nota:
Por las presentes letras declaro que no se pretende en modo alguno evadir la Autoridad de la Santa Madre Iglesia, y a ella someto el contenido de este texto.